“…en el corazón de las dificultades del hombre actual está su desconocimiento del conocer”
Humberto Maturana
Siempre se ha considerado la metacognición como compuesta por dos elementos: metacognición como pensamiento y metacognición como regulación. El pensamiento metacognitivo proviene de la experiencia y se basa, fundamentalmente, en las creencias y pensamientos que tenemos las personas acerca de los procesos cognitivos de nosotros mismos y los demás. La regulación metacognitiva, en tanto, se compone por el monitoreo y control de los procesos e incluye actividades como planificación, elección de estrategias y ejecución de planes. En otras palabras, la metacognición se refiere a la supervisión activa, y consecuente regulación y organización de estos procesos en relación con los objetivos cognitivos sobre los que actúan, normalmente al servicio de una meta u objetivo concreto. Las actividades metacognitivas se convierten en mecanismos de autorregulación y gestión de sus dificultades.
El hecho de que los seres humanos estemos dotados de la metacognición, nos permite situarnos a nosotros mismos como objetos. Desde esta privilegiada, posición podemos autobservarnos y generar cambios en nosotros. Nuestro aparato mental nos posibilita una herramienta extraordinaria para controlar nuestro propio comportamiento o desarrollo vital. Es por esta razón que al desarrollar nuestras habilidades cognitivas estamos desarrollando la capacidad de construir representaciones mentales o conocimientos y de operar con ellos para así producir nuevos conocimientos y resolver nuevos problemas.
Con todo, el concepto de "metacognición" no alcanza a explicar una gama de fenómenos mentales, emocionales y vivenciales que expresan los seres humanos. La tríada mente, lenguaje y realidad, puede explicar la compleja operación de observar nuestros procesos mentales que trascienden largamente el escenario de lo cognitivo. Muchas veces las operaciones metacognitivas requieren de un trabajo emocional significativo. Aquí pareciera ser que lo emocional (presente como energía de perseverancia y voluntad) empujara lo mental. Porque cuando la razón está bloqueada, emergen las capacidades emocionales para empezar a generar un cambio en el sistema. Aquí también podríamos hablar de una “meta-emotividad” o la capacidad de sentir acerca de los propios sentimientos.
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